Tuesday, November 28, 2017

La causa contra el régimen




Nueva revolución, nueva sangre, nueva mente
lo que se pierde, ya se perdió y no me seques la frente 

- Los Piojos



20 de noviembre de 2017. Cristina Fernández de Kirchner cierra un encuentro de mujeres peronistas en la Provincia de Tucumán. Una multitud se convoca para escucharla, sentirla, estar cerca de ella. El eje del discurso es el rechazo a las reformas que impulsa el macrismo. En un momento, desde el fondo crece un grito: “Macri, basura, vos sos la dictadura”. En un tono cómplice, jodiendo casi, pero siendo líder y pedagoga, Cristina reacciona:
“Ya les dije que no eso. Ya les dije que no eso porque después los critican, y les dicen… no, mirá: este es un régimen. El régimen macrista, por así decirlo. Vamos a decirle el régimen macrista. En el régimen macrista, las normas no son las de la Constitución, no son las del derecho laboral, no son las del Estado de derecho. Es eso, un régimen. El régimen macrista”.
Luego siguió hablando, escúchenlo entero si no lo hicieron, es brillante por todos lados. Pero vale la pena detenerse en la definición, porque entraña potentes consecuencias políticas y estratégicas. No canten que es una dictadura, nos plantea CFK. Si dicen eso quedan como marcianos. No sean nabos. Seamos inteligentes.

No es una dictadura porque hay elecciones donde los vota mucha gente, pseudo-división de poderes ponele, algunas garantías selectivas. No podemos hablar de democracia o de Estado de derecho pleno, pero tampoco de dictadura. Vivimos si se quiere en un Estado de excepción, donde las garantías se suspenden a costa de razones "mayores": la “lucha contra la corrupción, “el combate a las mafias”, la “defensa contra el terrorismo mapuche” y sarasa.

“Régimen”, la palabra que elige Cristina, remite a lo profundo de la historia argentina. Régimen era contra lo que luchaban Leandro Alem e Hipólito Yrigoyen; es la palabra que designaba Cooke para referirse a los gobiernos de la proscripción del peronismo. Tomemos nota: confrontamos con un régimen. ¿Cómo se hace eso? No hay carteles para saber cuál será tu sendero, claro. Pero sí podemos tirar algunas puntas.



No hay diálogo con el regimen

En un Estado de derecho pleno, podemos jugar el juego de la democracia liberal. El Ágora si se quiere. Hay una escena de debate público, donde las distintas expresiones políticas plantean sus ideas, sus propuestas, se argumentan entre sí, debaten, se hablan, se escuchan, se gritan. Pero hay un consenso sobre las “reglas del juego”. Si sos dirigente social, no te van a encanar por hacer un acampe en una plaza. Si sos docente, no te reprimen por montar una escuela itinerante. Si sos un líder opositor, no te amedrentan, no te amenazan, no te persiguen. El kirchnerismo fue republicano. El macrismo no lo es. 

¿Es posible negociar, debatir, converger con un régimen? No, la política tiene límites éticos. Si enfrentamos un régimen, el régimen debe caer. No hay lugar para aceptar sus mentiras como verdades. No hay reparación histórica, no hay lucha contra las mafias, no existe el terrorismo mapuche, no hay que bajar el déficit, no hay que flexibilizar derechos, la transparencia es una estafa. El régimen asesina mapuches en la Patagonia. Aceptar alguna de las posverdades macristas como verdadera es jugar el juego del adversario, y la cancha está inclinada. Es propaganda enemiga. El país que Macri nos quiere vender no existe. No lo aceptemos.

A su vez, dialogar, debatir y argumentar con el macrismo no sólo es anti-ético, sino que es inútil. El macrismo no dialoga. El macrismo no argumenta. No hay ágora posible con el régimen. No hay espacio de reglas claras donde se pueda intercambiar posiciones y se logre alguna síntesis. No hay síntesis posible. Sino preguntale a Felipe Solá, que votó el blanqueo de capitales bajo la estricta condición que los familiares del presidente no entraran. Y entraron por decreto. Ahora él y Tundis se arrepienten públicamente de haber levantado la mano. No amigues. No debatan, no argumenten, no dialoguen con el régimen. Voten que no y listo. Parece que les va cayendo la ficha.

Gustavo Varela, filósofo, aporta un motivo más para no debatir con el régimen. Dice Varela que Cambiemos es una política sin afuera:

Crean un lenguaje con poco: felicidad, cambio, no volvamos para atrás, sí se puede, vivir mejor, todos los argentinos, equipo, en todo estás vos, vecino, juntos, nosotros. ¿Engañan? No, inventan un lenguaje atractivo. Un vocabulario tela de araña, atrapante, anhelado. Un conjunto acotado de conceptos que se definen entre sí: Felicidad es el cambio; no volvamos para atrás es lo que el vecino quiere; el vecino es todos los argentinos que quieren la felicidad; el equipo es todos juntos, se puede, vecino y vecino, los argentinos, la felicidad…. Crear realidad es crear una red de conceptos que forman un sistema, y ese sistema es la construcción de una verdad sin afuera (a esto llaman posverdad). Una pura tautología, un espejo, una tela de arañas de la que no es posible salir….Cualquier expresión del afuera, cualquier discrepancia política es un absurdo, molesta, está fuera de lugar. Es puro exceso. Ante este conjunto de conceptos creados por el macrismo, hablar, decir, opinar, enfrentar, es un exceso que atenta contra un “nosotros” permanente.
Es Marcos Peña en el Congreso diciendo ustedes kirchneristas son el pasado, es Lipovetsky en C5N con su sonrisa macabra diciéndole a Depetri: si fuera así como vos decís, hubieran ganado las elecciones. Cuánta bronca. Pero claro, no se puede argumentar con el macrismo. No hay retruco para cantar, estás peloteando contra la pared. Quedás como un marciano.

No nos gastemos. No hay que contraponer argumentos con el régimen. Hay que debatir con la sociedad sobre lo que el régimen hace. Ir tejiendo redes, movilizando afectos, nombrando daños, organizando. Lleva tiempo, pero es por ahí. Lo dice muy bien Juan Soriano: No hay que ganar discusiones. Hay que ganar corazones para después ganar elecciones.


El régimen no es hegemónico

Hegemonía: palabra acomplejada y pomposa que usamos les militantes y les analistas para tratar de pensar la realidad, pero que ahuyenta cualquier familiar o vecine que te la escuche de paso. En mi cabeza, hegemonía es como que si la sociedad es un barco, vos tenés el timón y podés ir llevándola: un poco con látigo (sos un capitán sorete), un poco a los gritos, un poco porque tenés la llave de la despensa, pero también porque les marineres te valoran, te escuchan y confían en vos.

¿El macrismo es hegemónico? Quizás sí. Ganaron las elecciones del 2017, superaron a Cristina en la Provincia y bailaron con globitos. Pero no. La verdad que no. El macrismo no es hegemónico por dos razones: (a) porque por mucho Durán Barba y coso, lo que es hegemónico EN EL MUNDO es el neoliberalismo salvaje de Netflix, la timba financiera y el ajuste permanente. El macrismo es eso en versión argenta, no mucho más. Hay mérito pero no tanto. Y (b) porque existe Cristina Fernández de Kirchner, existe Unidad Ciudadana, el Alberto dice que no en el Senado, Pablo Moyano se junta con la Corriente Federal y el Papa desde lejos también cuestiona. No hay hegemonía mientras enfrente se te planten con fuerza.

Sobre el punto (a): Si miran una publicidad de Coca-Cola o de McDonalds, díganme sino pueden cambiarle el final y que en vez de que diga el slogan pedorro que sea, sale una boleta de Ocaña y el locutor que dice: “Cambiemos”. Hay una publicidad de Dove en la radio que juro que la voz la pusi María Eugenia Vidal. Es igual. El macrismo se sube al tren de la ideología dominante del neoliberalismo siglo XXI. Las ondas de autoayuda, el tufillo a budismo de Recoleta, la alegría de estar vives. Una publicidad de gente rubia que se realiza consumiendo, sin conflictos ni luchas ni peleas ni bardo ni quilombo.

Sobre el punto (b): Hegemonía no es seguirle la corriente al sentido común de época. Es torcerlo, es navegar contra la corriente, es CREAR sentido común de época. Cambiemos no hace eso, y sobretodo no lo hace porque no ha logrado doblegar ni quebrar al kirchnerismo. En un texto altamente recomendable, Iñigo Errejón plantea que una hegemonía dominante sería algo así:

[La hegemonía de los sectores dominantes] es el ejercicio del poder político basado en la integración de parte de las demandas de los subalternos en su proyecto de dirección, la ampliación de su bloque histórico con la integración subordinada de una parte amplia de estos últimos, y el aislamiento y desarticulación de los núcleos resistentes de manera frontal, opuestos a su régimen”.
Eso del aislamiento y desarticulación de los núcleos resistentes no parecería estarles saliendo. Se sobreestima al macrismo. Ta. Ganaron las elecciones en PBA, pero por cuatro míseros puntos. Si Cambiemos fuera tan hegemónico, habría pulverizado al kirchnerismo, y no necesitaría mentir descaradamente, destrozar las garantías democráticas, amenazar gobernadores y dirigentes sindicales, asesinar mapuches y perseguir a Cristina para lograr pasar tres reformas por el Congreso. El régimen es un tigre de papel, aunque junte muchos votos.

El macrismo será hegemónico el dia que logre quebrar a Cristina como punto de acumulación popular; el día que se desarticule definitivamente la presencia anómala y pujante de la unidad ciudadana que estamos construyendo. Ni Magnetto, ni Paolo Rocca, ni Macri, ni la cheta del Nordelta dormirán en paz hasta que se borre de la faz de la tierra todo rastro de kirchnerismo. Y ese día no va a llegar. Porque no nos quiebran. Así de fuerte es Cristina, que nos da fuerza a todes.


Desplazar la grieta contra el régimen

El macrismo, falta agregar, no se nutre únicamente del espíritu neoliberal del Siglo XXI, sino que en su núcleo fundante está el rechazo al kirchnerismo. Damián Selci le dice la obsesión contra el goce ajeno. Macristas que pagan sus facturas con "alegría" pensando que están sacrificándose para que los negros sufran aun más. Sáquenme un poco a mi si hace falta, pero dejemos de mantener vagos. La restitución del orden social jerárquico que el kirchnerismo trastocó.

La "grieta", como ya se ha tratado en este blog, es el peor enemigo del campo popular. Que se entienda bien, el problema no es partir la sociedad al medio. Eso es la clave de todo proceso populista. No existe la política sin conflicto, no existe pueblo sin antipueblo. Pero la palabra "grieta" la inventó Lanata, y logró partir la sociedad de una forma muy poco favorable para nosotres, y muy útil para el macrismo. Si odiamos a cada votante de Carrió, tenemos que tirar por la borda la mitad de la Ciudad de Buenos Aires. Si pensamos que cada votante de Bullrich es un globoludo, olvidémonos de recuperar la Provincia. Aceptar la "grieta" es dejar que el enemigo marque la línea divisoria.

El corte debemos marcarlo nosotres. Es jodidísimo y llevará mucho tiempo desandar la grieta y el odio de la cheta del Nordelta en boca de laburantes y clasemedias. Pero esa es la clave de una nueva mayoría. Porque las mayorías políticas son ante todo sentidos compartidos, son articulaciones de sentido. Son identidades que logran abrazar más y más gente, que logran torcer cabezas y corazones en una dirección nueva.

Si queremos construir una mayoría nueva, si queremos realmente derrotar al régimen en las urnas, debemos desplazar la grieta, debemos correr el eje de la dicotomía kirchnerismo/antikirchnerismo. Porque en esa dicotomía nos cagan a goles. Aunque duela, hagámoslo carne: no se trata de que vuelva el kirchnerismo. El kirchnerismo se fue. Se acabó. Se trata de construir otra cosa, de desplazar las líneas demarcatorias entre el campo popular y el campo oligárquico. Construir otra "grieta", pero con otro nombre y otras coordenadas.

Como siempre, hay que escuchar a Cristina. En Tucumán cerró así:
Quiero decirles a todos que es necesario un debate amplio de las cosas que tenemos que discutir y que tenemos que debatir. No es hora de enfrentamientos o discusiones inútiles. Nos quieren envolver en discusiones y peleas entre nosotros. No le voy a dar el gusto a nadie. No le voy a dar el gusto a nadie. Que no me vengan con Cristina sí o con Cristina no. Venime con trabajadores sí o con trabajadores no. No me jodan más. No me jodan más. Venime con jubilados sí o jubilados no. Decime los intereses de las provincias o estás en contra de los intereses de las provincias. Van a jorobar a los municipios o no van a jorobar a los municipios.
Ahí está la clave. Las reformas que empuja el régimen no son más que un saqueo maquillado. Si caen en la grieta, alpiste perdiste. Que no caigan en la grieta, por lo menos no en la grieta de Lanata y Majul. Que sean las mismas reformas la nueva grieta política y social. Reformas sí o reformas no. Es lo único que importa.

Las reformas deben ser frenadas, y en ese frenarlas, debemos construir sentido común. Debemos apelar a todos los elementos posibles para frenarlas. Alfonsín y Ubaldini. Tosco y Rucci. Yrigoyen y Perón. No importa la grieta. No importa el kirchnerismo, no importa las mayorías que supimos construir, no importa si Pablo Moyano le hacía paros al gobierno popular, no importa si el cepo al dólar estuvo bien o estuvo mal, si 678 sumaba o restaba, no importa si Berni, si Milani, si no profundizamos, no importa la autocrítica ni la defensa férrea. Lo que se pierde ya se perdió, no nos sequemos la frente. 

Lo único que importa es la causa contra el regimen. Las reformas no deben pasar. Si logramos frenarlas, ahí sí, compañeres, estaremos pariendo algo nuevo. Algo que será nuestro, de les kirchneristas, pero que será mucho más. Algo que tendrá a Cristina al frente, ni lo duden. Pero que será distinto, contemporáneo, potente y popular. Nueva revolución, nueva sangre, nueva mente. Frenemos las reformas, lo demás no importa nada. Nos vemos en la calle.

Monday, November 13, 2017

La política contra el fatalismo




Las olas del destino
a esta playa te trajeron.
La madera está partida
ahora es tiempo de tallar
navegante, tu canoa.
A navegar el abismo!
A navegar el silencio!
A navegar tempestades!



Como en toda etapa política, gana quien caracteriza mejor el contexto y actúa en consecuencia. Se trata de calibrar bien la brújula (o el astrolabio), de poder leer en distintos planos: en la sociedad, en la economía, en la política, en la cultura. Entender el juego en el que estamos y lo que viene por delante. Una definición de conducción política en términos juanperonianos clásicos: ver base para apreciar, apreciar base para resolver, resolver base para actuar. Con el corazón mantenemos las convicciones, con las neuronas tratemos de ver dónde estamos parades.

Las olas del destino nos trajeron hasta acá. Al escenario de los tercios asimétricos. Un tercio macrista que nos odia, un tercio kuka y peruca que nos ama, y entre sí mucho no se quieren. Pero el odio anti-Cristina (etapa superior del gorilismo según Asís) se expande con más potencia más allá de su tercio que el nuestro. El voto anti-Cristina es más pragmático y menos afirmativo que el voto anti-Macri (véase la migración de 1País a Cambiemos de PASO a Generales en PBA). La avenida del medio existe, pero es una calle de una mano que dobla siempre a la derecha. AntiK es más fuerte que AntiM, y en un balotaje perdemos por paliza. Por ahora.

En este 2017 que va terminándose, perdimos las elecciones y el gobierno las ganó. Eso da cuenta de una cierta correlación de fuerzas y a la vez modifica la correlación de fuerzas existente. Ahora bien, pido encarecidamente que no seamos fatalistas. Resignarse a que el kirchnerismo está condenado a ser una eterna minoría en un ciclo macrista interminable (Vidal 2023, Larreta 2031, y así); o esperar la hecatombe al estilo "cuando les llegue al bolsillo" o "cuando vuele todo por los aires" ahí sí vamos a volver, son formas del abandono de la política. Néstor y Cristina nos devolvieron la política, no la entreguemos por favor. Es todo lo que tenemos.

Arranca un nuevo capítulo de la larga historia política argentina, el camino al 2019. La última línea de ese capítulo dirá si en Balcarce 50 sigue la oligarquía o vuelve el pueblo. Si le acertamos al diagnóstico, si actuamos con precisión, podemos crecer, consolidarnos, dar peleas, ganar. GANAR. Se puede ganar. 


No hay unidad sin incentivos

Arranquemos por el tema del peronismo. ¿Hay algo que endulce más el oído peronista que la palabra "unidad"? ¿No cantamos con fuerza "todos unidos triunfaremos"? Sí, las matemáticas pos-electorales nos dicen que si sumamos los números (por ejemplo) de Cristina, Massa y Randazzo en la última elección en PBA, nos da la misma cantidad de votos que el 54% de 2011. Si tan sólo fuera tan simple. Incluso una improbable unidad dirigencial no significa necesariamente una unidad de los electorados, algo que suele repetir Abel Fernández.

Dicho simple y sencillo: no puede haber unidad entre proyectos políticos incompatibles. No es cierto que todos los sectores del peronismo tengan incentivos para la unidad. Esto no es un juicio de valor, cada cual atiende su juego, pero es un hecho insoslayable para el análisis. Algo de eso trata de decir Julio Burdman. Un gobernador peronista por ejemplo, primer mandato, le toca compartir sus cuatro años de gestión en tándem con Macri. No lo eligió así, pero le tocó. En 2019 puede renovar, quiere renovar, y se encuentra ante un dilema: ¿juego a ser opositor, parte de una fórmula anti-Cambiemos competitiva, salgo fuerte a confrontar con este modelo? Claro, si las elecciones nacionales y provinciales fueran el mismo día, las boletas presidenciales "arrastran". Pero si yo desacoplo, hago las provinciales ponele en mayo del ‘19, podría jugar a "ganan los oficialismos". Quizás me convenga eh. Cierro con Frigerio, me tiran unos mangos, no me hacen mucho quilombo con la reforma tributaria, me dejan endeudarme… después en el 2023 vemos.

Repetimos: no hay unidad posible entre proyectos políticos incompatibles. Unidad Ciudadana nace de un diagnóstico: así no se puede seguir. Demasiado es el daño, demasiado es el dolor. Debemos cambiar de rumbo y volver a tener futuro. Lo antes posible. No hay lugar para especulaciones, para banquemos y vemos en el 23, para replegarse y dejar que el ciclo macrista siga su curso, que la sociedad se agote de los globos, para hacerse los boludos. Hay que decir que no, sin matices. Este diagnóstico no es compartido por todos los sectores del Partido Justicialista, por decir algo.


La posición kirchnerista

Con @alesiahurtado solemos bromear que en los años impares (sí, los electorales) se lee a Perón y en los años pares se lee a Cooke. Ahora que arranca el '18 vayamos entrándole al Bebe:

El origen del descontento [de las bases peronistas] no es por lo tanto la violencia del régimen, son las sospechas sobre la aptitud del Movimiento para doblegarlo. Los presos, los torturados, los muertos, las innumerables jornadas de combate, testimonian nuestro coraje ante la adversidad: también despiertan interrogantes sobre si no estaremos malogrando tanto sacrificio.
Hay muchos de nuestros compañeros que relegan esas inquietantes intuiciones, resistiéndose a admitir el deterioro de las viejas certidumbres. Otros se tranquilizan oponiendo la convicción de que, pese a todos los obstáculos, a la larga el pueblo vencerá. Pero este fatalismo optimista no es más que otra forma de autoengaño: nuestros compromisos son con esta época, sin que podamos excusarnos transfiriéndolos a generaciones que actuarán en un impreciso futuro.
La historia no es nítida ni lineal ni simple, la Argentina de hoy es un ejemplo de sus complicaciones y ambigüedades. La presencia del peronismo impide que las clases dominantes gocen tranquilamente de sus privilegios usurpados: es por sí misma, la prueba de la decrepitud del régimen, de su ineficacia para resolver los problemas del país (nota: aunque habría que considerar sus formas de prolongación y reciclamiento para mantenerse).
La inquietud prevaleciente responde a la impresión de que nuestros objetivos finales se hallan en una brumosa lejanía, que nuestros esfuerzos cotidianos no parecen acortar.
Dicho de otra manera: entre los anhelos de tomar el poder y los episodios de nuestra lucha, no se ve la relación de una estrategia que avance hacia los objetivos últimos. Se organiza lo táctico, pero sin integrarlo en una política que, por arduo que sea el camino que señale, presente la revolución como factible, como meta hacia la cual marchamos. No más que eso necesitan las masas, pero no con menos se conformarán.
Apuntes para la militancia (1964) 


Es que nuestro movimiento popular – y el Peronismo en primer término – se debate en medio de contradicciones ideológicas que no reflejan las reales contradicciones de la sociedad argentina. La esencia del drama de nuestro Movimiento es que, mientras su único destino y su única chance de sobrevivencia está en reconocerse como una fuerza de extrema izquierda, sufre las influencias de la propaganda reaccionaria que desata desde afuera y desde adentro de su propio seno.
 Carta a Hernández Arregui (1961) 

Las palabras de Cooke irradian sobre el presente. El malestar de sentir que quizás nuestros esfuerzos no logran dar vuelta la taba, de percibir que por mucho que luchemos el macrismo se impone sobre nosotres. Frente a eso, dice Cooke, el error es asumir posiciones fatalistas, que a su vez son funcionales a los sectores burocráticos que no desean, no se animan, no les conviene enfrentar plenamente al régimen.

Lo que en su momento Cooke llamó "extrema izquierda", probemos reemplazarlo por la palabra populismo. Si el peronismo desea ser una fuerza transformadora y con chances de gobernar para el pueblo nuevamente, debe persistir en sostener posiciones populistas. Rechazo de plano al supuesto consenso neoliberal; movilización de la sociedad en defensa contra esas políticas; construcción de mayoría popular. Para poder enfrentar el desánimo, requerimos certezas. Por suerte, Cristina nos las da. Unidad Ciudadana nos da certezas. Una semilla de esperanza política dijo ella el 22 de octubre a la noche. Aferrémonos a ellas, a Cristina, a nuestra fuerza militante y a la certeza de saber que tenemos la política.

Miguel Ángel Pichetto, por el contrario, dice que el peronismo debe retornar a un lugar de centro nacional (?), alejado de posiciones radicalizadas. Un peronismo moderado, moderno, que aprenda en espejo de la experiencia de Cambiemos. Es lo que pide Macri cuando lleva a Massa a Davos o Marcos Peña cuando da entrevistas. No recuperamos la política para ser centros moderados. El peronismo será populista y transformador o no será nada. Si te mimetizás, te comen los de amarillo. Las posiciones radicalizadas son simplemente la defensa del pueblo y de la Patria contra el neoliberalismo arrasador. A diferencia de otras épocas, no hay terceras posiciones. Populismo o neoliberalismo.

¿Podemos construir una unidad partidaria por ejemplo con sectores no populistas? ¿Con sectores que claudican ante el consenso ajustador? No, no se puede. No se debe. Debemos persistir en las posiciones kirchneristas en un contexto neoliberal. Decir que no, que otro país no sólo es posible sino necesario. Y construir desde ahí.


Unidades tácticas

Cristina va a asumir una banca en el Senado de la Nación. La nueva correlación de fuerzas que dieron las elecciones se plasmará en las distintas legislaturas a partir del 10 de diciembre. Y sin embargo, en este impasse donde siempre los oficialismos aprovechan el defasaje para mover fichas (recordar 2009), el macrismo ha decidido empernarnos con el combo de megarreformas ajustadoras asesinas de derechos y una brutal campaña de encanamiento y persecución a compañeres que fueron piezas claves de nuestro gobierno popular. De paso, también encanan un pibe por un tuit, candidates del FIT, y alguna otra magia digna del onganiato por deporte.

Más que la unidad del peronismo, lo que la etapa requiere son unidades tácticas en frentes concretos. Dos ahora en lo urgente:

1) Unidad contra la persecución requiere voces, pluralidad y fuerza política. Decir que el estado de derecho cruje es correcto, pero parecería no mover el amperímetro así en abstracto. Cuando un no kirchnerista denuncia el avasallamiento de las libertades civiles (de Myriam Bregman a Pichetto, sí el mismo Pichetto de arriba), sirve y suma. Necesitamos masa crítica en la sociedad civil y mucha pluralidad. No importa si nos cae bien o nos cae mal, si vota como vota o arregla con quien arregla. Defender la democracia entre todes. 

2) Unidad contra las reformas brutales del gobierno requiere lo mismo: voces, pluralidad, fuerza política... y bancas. El movimiento obrero es clave en esto: CLAVE. Persistir en posiciones kirchneristas no es insultar a la CGT, ni buscar traiciones anticipadas. Es aunar esfuerzos en función de un frente y un objetivo concreto: "Las reformas no pasarán". No pueden pasar, no deben pasar.

Las unidades tácticas son tácticas. En la 1) te juntás con Pichetto. En la 2) no. No se trata de cerrar acuerdos macro con dirigentes que se digan peronistas pero que no tengan contenido alguno. No hay unidad sin conducción, no hay unidad sin proyecto político común, no hay unidad sin vocación transformadora. Si Felipe Solá quiere volver, está invitado, ojalá que lo haga. Pero volverá a un peronismo que sea contundente y transparente hacia la sociedad sobre su rechazo a las políticas neoliberales, o no tendrá ningún sentido. Una unidad que desdibuje las posiciones populistas generará confusión, quiebres internos, desánimo.



Ser oposición

El momento político requiere ser opositores. Ese es el lugar que la sociedad le ha asignado a Unidad Ciudadana en las urnas. Somos una fuerte minoría opositora, que representa votantes que pretenden que digamos que no al ajuste y el cercenamiento de las libertades, que esperan que levantemos la voz, que les demos voz, que hagamos fuerza, que articulemos y demos las batallas que hay que dar. Tenemos que ser los mejores opositores, tenemos que dar orgullo a nuestra base de sustentación, transmitir certezas.

El Coqui dice que estamos en una etapa de "acumulación opositora". Ensanchar la base electoral y organizativa de aquellas personas que digan que no al neoliberalismo macrista. Cada derecho que serruchan, cada ajuste que hacen, cada "traspié" que se comen; cada uno de esos nos da un margencito para explicar, para politizar y desnaturalizar el consenso ajustador. No se trata de hacer política de identidad, sino de tomar cada ajuste como si fuera el primero. En cada una de las mierdas que hace el gobierno está el corazón de su perversidad. Hay que ir explicándolas de a una, no suponer que toda la gente ve la concatenación que arranca con Martinez de Hoz o con Bernardino Rivadavia.

Ser oposición es leer aquello que el macrismo es incapaz de representar y de resignificar para sí. Leer la agenda antimacrista de la sociedad, buscar donde su modelo hace agua. Ser la calle, la voz y el voto de todo eso. 

Hace largos meses, cuando Alberto Rodriguez Saá anunció su alianza política con Cristina Kirchner (inesperada y feliz), lo entrevistaron para Página/12. El Alberto decía que el polo opositor que debían construir desde el peronismo con Cristina debía tener un programa. El periodista pregunta:
–Usted habla de programa, pero, por qué no me dice cuáles son los puntos imprescindible que deben estar allí.
–Mire, es refácil, refácil. Sólo basta con sacar el archivo de fotos de las marchas de marzo, la de los docentes, la de la CGT y la de las mujeres y en los carteles que allí se ven están los puntos principales del programa que debemos tener. Copiar y pegar, no es difícil. Trabajo digno, ni una menos, paritarias, etc., etc.
Es refácil. Refácil. Hacer política. Leer el contexto. Ver base para apreciar, apreciar base para resolver, resolver base para actuar. Como nos enseñaron Juan Perón y Néstor Kirchner. No ser macristas. Ser kirchneristas. Ser antineoliberales. Persistir en las posiciones, acumular, no claudicar. Navegar tempestades. Cristina marca el camino. Vamos.