Sunday, October 15, 2017

Tiempo de valientes



Que placer verte otra vez 
nos decimos sin hablar 
hoy todo vuelve a empezar 
y será lo que ya fue.
- Ciro

Quedan exactamente siete días para las elecciones. El clima es oscuro: persecución política, listas negras, aprietes, claudicaciones. El macrismo está mareado de poder y es abrumador. En sintonía, un monocorde relato mediático augura una ola amarilla en todo el país que destrozará cualquier oposición y volverá inevitable el “cambio” (eufemismo para ajuste y autoritarismo creciente). Un kirchnerista tira un huevazo, marche preso. Dos mujeres se besan, marchen presas. La procuradora, que renuncie. Maldonado, algo habrá hecho, puede estar en Chile. Te puede tocar a vos, quizás sos mafia, quizás sos kirchnerista. Mejor claudicá.

El macrismo ordena el rendimiento incondicional. Incondicional. O bajás la cabeza, o vamos por vos. El alineamiento y coordinación de poderes fácticos y corporativos alrededor del gobierno genera terror y desmovilización. Ahí van algunos popes de la CGT a ondear la bandera blanca al Coloquio de IDEA. Ahí van Massa, Lustó, Urtubey y Pichetto, pidiendo disculpas por su pasado kirchnerista. Dicen: hay que terminar con el pasado; hay que borrar al kirchnerismo, hay que jubilar a Cristina. Declaman y decretan la desaparición simbólica de Cristina, llaman a reconstruir una Argentina pre-cristinista; sin empoderamiento, sin derechos, sin desafíos a los dueños de la pelota, sin conflicto. Una manga de cobardes.

Frente a todo esto, una vez más y sin parar, está Cristina, caminando la Provincia. Aparece rodeada de miles de hombres, mujeres, niñes que la abrazan la besan la tocan la filman con sus celulares la escuchan le gritan la aman. Rodeada de pueblo, explota cada barrio que recorre. Y sin embargo parece sola. Cristina quiere ganar, sabe que puede perder, pero deja todo por ganar. La valentía de Cristina, mamadera, que se para de mano ante el manto negro-amarillo que pretende teñir la patria para seguir haciéndonos bosta.

Son tiempos de valientes. Valientes les intendentes que construyen la unidad ciudadana sin mezquindades. Valientes les militantes que reparten volantes y pintan paredes sabiendo que les puede parar la policía. Valientes les sindicalistas que luchan y van al paro. Valientes las feministas que abren camino. Valiente Milagro Sala. Valientes les científiques que toman el Ministerio, valientes les estudiantes que toman los colegios ante amenazas de prisión. Valiente vos, que no aflojás. No aflojés.

Sin embargo, hay que decirlo, falta mucha valentía. El macrismo asusta y encima junta votos. Lo más sencillo es dejarse vencer, replegarse a nuestras casas, seguir con nuestras vidas, sobrevivir. Acá una clave: aceptar que el macrismo mete miedo y el miedo desmoviliza es el primer paso para confrontarlo y vencerlo. No dejarse torcer el brazo, creer en la unidad ciudadana y construirla.


La valentía y la libertad

Jean-Paul Sartre contaba que, en los tiempos de la France-Vichy, cuando el nazismo colonizaba la sociedad francesa con complicidades locales, él jamás se animó a participar de la resistencia. Pero incluso sin participar, saber que la resistencia existía, lo hacía sentir más libre.

Algo de eso genera Cristina, ¿no?. La vemos ahí, recorriendo los barrios, abrazando cuerpos, riendo y sonriendo, batallando con periodistas, enfrentando la persecución judicial. Enorme como ella sola, su presencia nos hace sentir más libres. Luego termina el acto o la entrevista, apagamos la compu, y seguimos en la nuestra, aguantando la Argentina macrista donde falta Maldonado y Milagro sigue presa (y desde ayer secuestrada). Alguna serie piola en Netflix, desconectamos y chau.

Qué placer verte otra vez Cristina, dame un poco de energía, dame risas y fuerza para enfrentar tanto dolor y tanta desolación. Por favor no seamos como Sartre. Esa energía que nos transmite Cristina debe ser transformada en potencia militante, en fuerza para salir a la calle, no en abrigo para el sillón. No lo olvidemos: estamos construyendo poder popular para derrotar al macrismo, para articular una mayoría política que devuelva el futuro a nuestro país. Hay que mover el culo.

No alcanza con Cristina. No alcanza con escucharla ni con ir a verla ni con dejarse abrazar por su amor. Ese amor debe ser organizado. No es un bálsamo, es un empujón. Es nafta para el motor.

Cristina es líder y pedagoga. Nos enseña cosas: que no se trata de volver, que hay que reinventarse, que hay que construir, que hay que sonreír, que hay que ponerle el cuerpo. Que si nos quiebran la moral quiebran el proyecto político. Que no claudiquemos, que no bajemos las banderas, que no olvidemos que este maldito país puede ser feliz; que se puede enfrentar al poder real para darle alegrías al pueblo. No será facil mis amigues, pero tenemos a Cristina. No alcanza, pero mierda cómo suma.


La valentía y el tiempo

Quedan siete días para las elecciones. Si tenemos algo de nafta, usémosla. Si podemos repartir volantes, repartamos. Si se nos ocurre pegar cartelitos en el subte, peguémoslos. Si podemos convencer a une compañere de trabajo, intentémoslo. Si podemos fiscalizar, anotémonos en una unidad básica. Si podemos el lunes, vayamos a Racing, con toda la familia. En estos siete días que quedan podemos torcer un resultado que aparenta finito. Imaginen si ganamos, en este contexto. Imaginen si vencemos al macrismo y todo su poderío. Imaginen si Taiana es senador. Puede no serlo, y debemos estar preparades para cualquier resultado. Cualquier resultado requerirá valentía para afrontar lo que viene. Dice sobre la valentía otro francés, Alain Badiou:
La valentía, me atrevería a decir, es la principal virtud frente a la desorientación de nuestra época. La valentía [no es] una disposición inicial sino … algo que se construye, y que uno construye en la práctica. Así, pues, la valentía es la virtud que se manifiesta mediante la resistencia en lo imposible. No se trata únicamente de un encuentro momentáneo con lo imposible: eso sería heroísmo, no valentía. Siempre se ha representado el heroísmo no como una virtud, sino como una postura: como el momento en el que uno se vuelve para enfrentarse a lo imposible cara a cara. La virtud de la valentía se construye mediante la resistencia dentro de lo imposible; el tiempo es su materia prima. Lo que exige valentía es operar con arreglo a una duración diferente de la que viene impuesta por la ley del mundo. 
Nos animamos a ajustarle unas tuercas al compañero Badiou. Lo imposible es sólo imposible en apariencia. La inevitabilidad del ajuste, la canción que cantan todes menos Cristina, es mentira. Es propaganda enemiga (como suele escribir Rodrigo Lugones también citando a Badiou), y la disputa por el sentido común es, entre otras cosas, sobre las posibilidades de la época. Cristina dice: debemos suspender los aumentos tarifarios. Es imposible, canta el coro del régimen, y sin embargo no lo es. NO LO ES. 

Lo que nos sirve de la cita de Badiou es eso de que la valentía no es heroísmo. No es martirización. No es me hago el guapo y me mando una heroica. La valentía es templanza, es una construcción política que se sostiene en el tiempo. Es una persistencia, una obstinación, una locura colectiva. La valentía es la organización, que vence al tiempo. Organizar es la tarea hasta el 22 y, sobre todo, después del 22.

El amor a Cristina es una potencia que debe ser organizada mucho más allá de lo que ha sido hasta ahora. Esa potencia debe transformarse en fuerza para dar batallas y ganarlas. Ganar batallas que conquisten posiciones. Para organizar sindicatos, barrios, escuelas. La unidad ciudadana es más que una idea: es una construcción política ante el ajuste. Si el amor a Cristina sólo sirve para abrazarnos y sentir un calorcito, el invierno cambiemita será largo. Podemos mucho más que eso, no seamos cagones.


La valentía y el compromiso

Dijo Cristina en Hurlingham:
No nos interesa la nostalgia, nos interesa el compromiso con el presente. Nos interesa la voluntad de cada ciudadano y de cada ciudadana para transformar hoy la Argentina y ponerle un límite a eso. No se trata de lo que pasó ni del 2019. Se trata de hoy. 
Es cierto, el gran desafío del movimiento nacional y popular se encuentra en las tensiones entre pasado y futuro. El antes y el después, digamos. Pero Cristina pone énfasis en el presente, el ahora. Veamos.

Hay dos pasados en disputa: el pasado nostálgico kirchnerista (¿te acordás del ARSAT?) y el pasado de la pesada herencia, los setenta años de populismo (?), el PBI que nos robamos (?). En el medio, las experiencias concretas de familias, fábricas, escuelas, barrios; que irán macerando e inclinando la balanza, generando un saldo histórico.

Hay tres futuros: Hay un futuro macrista, ponele. Esa sarasa de la invasión de las inversiones, los mejores 20 años por venir. Ese futuro, demás está decir, es mentira. Hay también un futuro peornista. El de Pichetto y Urtubey que quieren tejer un peronismo gobernable, y ya rosquean en contra de Cristina para 2019. Un futuro improbable y destinado al fracaso, si no preguntale a Schiaretti cómo le va con el cordobesismo. El tercer futuro, a construir, es el nuestro, que está en pañales. Mientras tanto el presente está despojado. Sólo la unidad ciudadana se anima a representar los problemas concretos de la ciudadanía. Sólo la unidad ciudadana se anima a decir que no al ajuste.

Cristina nos pide que nos desprendamos de la nostalgia, que no caigamos en futurismos berretas y que asumamos un compromiso con el presente. Son tiempos de valientes, personas ordinarias en situaciones extraordinarias. Como Luque y Peretti, dos perejiles que se animaron a confrontar con el poder real, ese que está oculto y no va a elecciones. Como también Néstor y Cristina, dos hijes de laburantes, dos perejiles, que eligieron la militancia y se enfrentaron a los dueños de la Argentina por nosotres. Ahora nos toca a nosotres también, ser valientes y asumir un compromiso con el presente. Porque hoy todo vuelve a empezar, y será lo que ya fue... pero mejor.

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