Friday, September 29, 2017

Dos de cada tres




Si empiezo a desconfiar de mi suerte
estoy perdido,
pues tengo ideas
cada vez menos atrevidas.


(*)

Son tiempos difíciles para el pueblo argentino, son tiempos difíciles para la militancia popular. Los resultados electorales demostraron la potencia política del kirchnerismo y sobre todo de Cristina, que en la Provincia de Buenos Aires le ganó a la suma del poder total macrista tan solo “con un celular”. Pero no hubo “cristinazo”, como anunciaban esas malditas encuestas que siempre nos descalibran. El gobierno no se cayó a pedazos electoralmente. En algunos lugares creció, en otros se achicó. Cambiemos no descolla, tampoco implosiona. Y nosotres lo mismo. El resultado general entre las fuerzas populares y las fuerzas neoliberales quedó, digamos, empatado. Gobiernan elles y se sostienen; pero acá estamos nosotres, aguantando los trapos, y somos número sólido. El escenario está abierto.


Lo ha dicho CFK, dos de cada tres bonaerenses y dos de cada tres argentines han dicho que NO al ajuste, NO a este programa económico. Lo que no hemos logrado, y de esto se tratan las mayorías, es que esos dos de cada tres digan que SÍ a algo. Una mayoría debe ser afirmativa, y para eso nos falta.


¿Qué hacer entonces ante la sensación de que con lo que somos “no alcanza”? ¿Qué tipo de estrategia política debemos darnos de acá a octubre y más allá para construir poder popular? ¿Cómo se hace para ampliar? Algunas voces ya declaman: el peronismo debe continuar su proceso de renovación, tiene que volver Massa, hay que abrir el juego. Mismo Cristina en su carta pública a les votantes afirma: no estamos debatiendo el 2019, para eso ya habrá tiempo, y todes van a poder jugar.


Ustedes sabrán, somos peronistas y nos encanta la rosca del PJ. Es importante, necesaria e incluso apasionante. Ahora bien, no seamos mamertes y que este giro táctico no nos haga desaprender todo lo que aprendimos de 2016 hasta acá: las respuestas no están en la política sino en la sociedad. El poder se construye mucho más en los barrios, en las escuelas y en las fábricas que en los consejos deliberantes, los consejos directivos, los secretariados estratégicos y (sobre todo) los paneles televisivos. No volvamos a pensar en la unidad dirigencial del PJ como respuesta a nuestros problemas, esa es la idea menos atrevida del mundo. LaPolíticaOnline no tiene la respuesta a nuestras penurias.


Cristina ha lanzado una consigna potente: hay una mayoría social que busca una mayoría política. Sin embargo, no debería entenderse eso únicamente como un llamado a la “unidad” de las dirigencias anti-neoliberales (aunque también lo es), sino más bien como un llamado a la politización del rechazo al ajuste. Lo que dice la compañera es: el macrismo no saca 50 puntos, no es hegemónico, no construye una mayoría; por lo tanto hay excelentes condiciones sociales objetivas para construir y articular nuestra mayoría popular. Pero esa mayoría no existe aún, porque sólo existirá en tanto sea articulada políticamente, cuando sea afirmativa. No desconfiemos de nuestra suerte, ni perdamos la brújula.


¿Existen les ajustades?


En estos meses de construcción de la unidad ciudadana hemos hecho un enorme esfuerzo por entablar un debate con la sociedad sobre un eje central: el ajuste. Hemos escuchado y hablado con les ajustades. Eses que están peor que en 2015: el/la obrere que suspendieron, el/la trabajadore textil que rajaron, el/la kiosquere al límite de la quiebra, les jubilades de la mínima que no llegan a fin de mes, les que se quedaron sin pensión, las PyMes que no venden. En fin, los problemas de la gente. Y sin embargo…


Una lectura fría del mapa de las PASO muestra que a grandes rasgos las preferencias electorales no han cambiado. En otras palabras: por mucho que se haya sacudido la Argentina desde que gobierna Macri, los votos quedaron relativamente fijos. De 2015 a 2017, todo suma cero. Les kirchneristas son kirchneristas, les macristas, macristas y la ancha avenida del medio que vive en ese eterno parece-que-desaparece-pero-sigue-allí.


Entonces, aunque suene polémico, debemos asumir que les ajustades (aún) no existen. No porque no haya gente ajustada, sino porque no hay conciencia-de-ajustade o subjetividad-de-ajustade. No existe Juan Ajustado o Romina Ajustada, sino que existen Juan y Romina que están peor o mejor que hace dos años (probablemente peor), pero que siguen pensando y mirando el mundo con un prisma bastante similar al de fines de 2015. ¿Recuerdan ese chiste de Paz y Rudy de principios de 2016, donde un personaje decía “No me hice kirchnerista ni con Néstor ni con Cristina; me hice kirchnerista con Macri”? Bueno, esa persona no existe.


¿Eso quiere decir que el ajuste no existe? Ni mamado. Pero sí es importante comprender que el dolor y el rechazo al ajuste neoliberal que vivimos (y que seguirá profundizándose) sólo podrá transformarse en potencia popular en la medida en que sea elaborado.




¿Qué sujeto para la unidad ciudadana?


Eduardo Rinesi, en un reciente foro, hacía referencia al temita este de las mayorías:
Las mayorías no están allí a la espera de la interpelación que las interprete tal como son, entre otras cosas, porque tal como son no nos gustan. Las mayorías deben ser parte de un trabajo de construcción que debe apelar a nuestros mayores talentos, a nuestras mayores capacidades analíticas, a nuestros más democráticos principios, y a una fuerte vocación de diálogo con esos ciudadanos que integran esas mayorías a construir que no son las mayorías que están allí sino esas a las que tenemos que terminar de convencer, empezando por convencernos a nosotros mismos de que el mundo puede ser diferente, porque así como es, es un escándalo.
El contexto en el que construimos política popular es el del ajuste, y sabemos que se profundizará. La unidad ciudadana y Cristina en particular se han posicionado de forma profética y en solitario en la defensa contra el ajuste. Nos anclamos ahí, porque alguien tenía que defender a la sociedad y acompañarla en defensa propia. Eso nos da coherencia y nos abre posibilidades políticas para construir una mayoría.


Cambiemos ya tiene su sujeto, su minoría intensa. Sería una suerte de sujeto gorila-aspiracional-antipolítico, que combina odio de clase, optimismo por un futuro venturoso, individualismo silencioso, rechazo por la política y el conflicto. ¿Y nosotres? El desafío por venir es construir el sujeto de la Unidad Ciudadana. Que no es simplemente un kirchnerista, una peronista, un jóven, un kuka. Debe ser más que eso.


La unidad ciudadana debe irse anclando en valores de sentido común argentino a defender (porque seguimos a la defensiva, no se olviden): el trabajo, la familia, el orden, la libertad, los derechos universales. Porque una mayoría siempre es “por la positiva”. Una mayoría antimacrista no existe ni puede existir, en todo caso hay una no-mayoría macrista. Hay que darle contenido afirmativo a la Unidad Ciudadana.


La canción sigue siendo la misma: TENEMOS QUE POLITIZAR EL AJUSTE SOCIAL. Si la política es conflicto, entonces politizar es nombrar un conflicto. Eso hicimos en 2016 con el tarifazo. El macrismo decía: en el tema tarifas no hay conflicto, es un problema matemático en una planilla de excel. Hay que aumentar porque los números no dan. Pero entonces Cristina se plantó aquel 13 de abril en Comodoro Py y dijo que no. Que esas tarifas no se podían pagar, que había que debatir los derechos ciudadanos contra la rentabilidad de las privatizadas. Nombramos un conflicto, politizamos el ajuste, lo desnaturalizamos. Desarticular y rearticular por la positiva. Si el gobierno no se hace cargo del presente, nuestro desafío es mostrarle a la sociedad de qué maneras concretas podemos devolverle el futuro.




¿Y el peronismo?


En octubre hay que hacer todo por ganar. No sobra nada. Cristina y Taiana convocan a una campaña ciudadana, le piden a cada une que se sienta tocado en el corazón por nuestro proyecto político que salga a la calle, que milite su cola del supermercado, que vuelva a la cena familiar a ver si rasquetea un voto, que trate de persuadir un randazzista, de gomear a un compañero de trabajo, de pegarse unos cartelitos. Sin embargo, y también, la Unidad Ciudadana juega fuerte a la política dirigencial.


La carta que escribió a Cristina a los y las votantes opositores en la Provincia de Buenos Aires no está apuntada a la dirigencia política, pero sí contiene un fuerte mensaje por ahí. Dice en un párrafo clave que ella está dispuesta a iniciar una nueva etapa que contemple todas las sensibilidades opositoras. Les dice: acá el tema no es el 2019, es el 2018. No quiero ser “La Jefa” de nadie, sino una compañera más, que debata y construya una mayoría política que frente el ajuste y devuelva el futuro a les argentines.


Cristina pide un voto de emergencia, y se ofrece como vehículo para frenar el ajuste. Y aunque Massa, Randazzo, Schiaretti, Das Neves (y sus votantes) hagan oídos sordos, tarde o temprano habrá que enfrentar el dilema de la época: populismo transformador o neoliberalismo devastador. Si querés ser opositor a Macri, vas a tener que hablar con Cristina, que podrá ganar o perder en octubre, pero expresa la más fuerte de las sensibilidades opositoras. Y si no, siempre te podés pintar de amarillo. Algo de eso viene diciendo el Coqui Capitanich: la centroderecha ya existe y está gobernando la Argentina. Hay que ser otra cosa, que es lo que está siendo Cristina.




Las sensibilidades opositoras


Existen muchas sensibilidades opositoras. La kirchnerista es una; y hacia adelante habrá que salir sin miedo en búsqueda de otras. Sin resignar convicciones, debatir temas como el orden y la libertad. Sobre esto último Cristina ha hecho gran énfasis, asumiendo una agenda de liberalismo político que no estaba en el mapa conceptual e ideológico de la militancia, y nos sigue costando. ¿Podemos incorporar nuevas miradas y escuchas? ¿Estamos dispuestos a construir una mayoría nueva? ¿O  nos dedicaremos a sobarnos el lomo diciendo que somos les mejores y que Macri va a caer porque es un gato muy muy malo y entonces vamos a volver porque somos les mejores? No se trata de hacer autocrítica, sino de ser mejores, para representar mayores porciones de nuestro pueblo.


Ahora bien, sumar sensibilidades opositoras no es ceder posiciones. La entrevista de Cristina con Novaresio fue entre otras cosas un testimonio de que Cristina podrá hacer autocríticas, podrá conceder cuestiones formales (la banda, el tono de las cadenas), pero de ningún modo retrocederá ni un solo paso en las convicciones con las que gobernamos durante 12 años. Cristina, nuestro genio amor, no afloja, y encima te mete un acto por día. No aflojemos nosotres tampoco, que falta poquito y cada esfuerzo nos acerca un pasito más a la victoria.

* Publicado originalmente en la compañera Agencia Paco Urondo

Wednesday, September 6, 2017

Hablando de la libertad




Y ahora solo un camino he de caminar,
cualquier camino que tenga corazón.
Atravesando todo su largo sin aliento
dejando atrás mil razones en el tiempo.


(*)

Odio y miedo. La batalla de hashtags entre Navarro y Lanata del domingo pasado fue un buen termómetro del juego en el que andamos: #ElAgiteDelOdio en PPT, diciendo que el kirchnerismo agita la violencia social porque “se dieron cuenta de que no vuelven más” (sic), y el #GobiernoDelMiedo en Economía Política explicando la maniobra oficialista para crear clima enrarecido, para meter miedo, para reprimir. Hay que admitir que son coordenadas difíciles para hacer política nacional y popular; pero nadie prometió un jardín de rosas.


En pocos días comienza el “segundo tiempo” de la campaña electoral, y supone importantes desafíos para nuestra unidad ciudadana. Los primeros 45 minutos escuchamos el dolor del ajuste, dejamos hablar a la ciudadanía, logramos imponer los ejes de la campaña electoral. Pero, como dijo CFK, nos corrieron el arco. La desaparición forzada de Santiago Maldonado, la agitación del fantasma del terrorismo mapuche, la represión en Plaza de Mayo, los servicios, los palos, la manipulación electoral, los ratis de civil, la gendarmería en los comicios, el pescado podrido en los medios, los palos, las balas de goma y las de plomo. Leuco diciendo: “Nos han declarado la guerra”.


Recalibremos la brújula. La hora demanda templanza, inteligencia, mucho kirchnerismo y nada de grieta. Nada de nada de nada de grieta. No sólo para ganar las elecciones, que podemos ganarlas, sino para defender a la sociedad argentina ante un gobierno mareado de poder que puede llevarnos puestos a todes. Ya no alcanza con ponerle la oreja al ajuste; no alcanza con elaborar esperanza. Defender a la sociedad, y acompañar a la sociedad en defensa propia. Defender la democracia, por el bien de todes. Hablando de la libertad.


Escuchar a Cristina


Tenemos la suerte de que Cristina habla, y cuando habla dice cosas. En Atenas, comunicando a la ciudadanía nuestra victoria en la Provincia de Buenos Aires, dijo que esta segunda etapa de la campaña, debíamos hablar de otra emergencia además de la alimentaria, laboral, farmacéutica y tarifaria: la emergencia democrática:

Estamos frente a un gobierno con una inmensa, inaudita e inédita concentración de poder, del Estado nacional, provincial, de la ciudad de Buenos Aires, al que también se le suma todo el poder privado concentrado, mediático, económico, financiero e internacional también. Una concentración de poder a la cual la sociedad libre debe ponerle un límite porque no es bueno para nadie, ni siquiera para ellos mismos... cada vez que hay una concentración de poder hay un deterioro de la democracia, hay una democracia en emergencia.


El deterioro democrático requiere retroceder a posiciones defensivas, hacer planteos más básicos de cara a la sociedad. Las libertades civiles, que los manuales liberales dicen que son las primeras necesarias para toda democracia, se encuentran bajo ataque. En un momento en Atenas, el público comienza a corear “vamos a volver”. Cristina los frena: “Gritemos “Argentina”, se los pido por favor”, les dice. Porque no estamos hablando de volver, estamos hablando de la libertad.


Plantea Cristina que la concentración de poder es mala hasta para el gobierno; que existe una oposición fuerte a sus políticas en la sociedad, pero no se traduce en las instituciones. Hay más kirchnerismo en la gente que en los parlamentos, y es necesario equilibrar. Millones de personas marchan contra Macri mes a mes; sin embargo, pasa todas las leyes sin problema en el Congreso. Eso daña la democracia, daña la confianza de la sociedad en la democracia. Las instituciones deben reflejar la correlación de fuerzas de la sociedad.


Que la Unidad Ciudadana asuma el tema de la emergencia democrática amplía nuestro discurso público. No hace falta con acordar con nuestras propuestas económicas, incluso hasta podés creerte lo de la pesada herencia, pero un desaparecido, por ejemplo, es un límite que la sociedad no puede tolerar. Las imágenes de represión en Plaza de Mayo son escenas de un pasado que no te prometieron en campaña. Cierto, hay mucha gente dispuesta a defender palos, balas y represión. Pero, ¿una desaparición forzada? El macrismo le pide demasiado a sus votantes.


Demandar la aparición con vida de Santiago Maldonado y defender los derechos humanos en campaña electoral no debería generarnos pudor. Los derechos humanos son unos de los valores sociales que defendemos y representamos. Podemos sencillamente decir: un voto a Unidad Ciudadana es un voto para defender los derechos humanos en la Argentina, para defender los derechos civiles, para defender las libertades democráticas. ¿O no?


El de amarillo dice que estamos en guerra


Leuco dice que estamos en guerra. Tomemos seriamente lo que está sucediendo. El gobierno habla de un clima de violencia social, y trata de generar “grieta” en todo lo referido al caso Maldonado. Que los kirchneristas financian al RAM, que Jones Huala se reúne con La Cámpora, que CTERA adoctrina en las escuelas, que Néstor desapareció a Julio López, que la violencia le conviene a Cristina. Agrietar a Maldonado: dícese de meterlo en las coordenadas de “la grieta”. Agrietar a Maldonado es la manera de “normalizarlo”, de hacer que Intratables pueda dedicar tres horas al tema, sin referir un segundo a la pregunta central: ¿dónde está Santiago Maldonado?

La grieta es el mayor enemigo del kirchnerismo. Cuando elegimos afianzar nuestro 35% y confrontar con el otro 35% de la sociedad, y no afirmar que somos el 99% contra el 1%, nos achicamos. Es la sociedad contra quienes quieren destruirla, desorganizarla, fragmentarla, despolitizarla, desaparecer y reprimir partes de ella. Cuando nosotres gobernábamos, se podía hacer piquetes, cortar rutas, tirar leche a la vera del camino, cacerolear pidiendo que se muriera la yegua, y no volaba ni una bala. No reprimir, no reprimir, no reprimir. Y aunque no nos salió perfecto, lo que fundamentaba esa posición era una profunda convicción de que en democracia se podía disentir con Cristina, se podía opinar y manifestarse en contra, y todo bien.


Nuestro proyecto político no pretende la destrucción del otro, ni su desaparición. Los votantes de Bullrich no son agentes de la embajada, los simpatizantes de Carrió no son contras nicaragüenses, les militantes de Cambiemos no son todes rentades; hay gente que puede, con todo su derecho, sentir que el macrismo propone valores sociales que comparte: seguridad, orden, libre mercado, individualismo, republicanismo. La patria es el otro, especialmente cuando el otro es macrista. El “otro macrista” existe, como también existimos nosotres.


Obviamente, aceptar la existencia “social” del macrismo no es darse por vencido. La tarea es doble: desarticular el discurso macrista, y (re) articular el discurso propio. Desarticular es más sencillo. Se la dan de republicanos pero desaparecen gente. Dicen seguridad pero volvieron los secuestros extorsivos. Más desafiante, pero más necesario, es disputarle y birlarle alguna de sus banderas.


Podemos ser nosotres garantes de un orden futuro; podemos decir que la verdadera república es la que defendemos nosotres, podemos explicar lo que sería una seguridad democrática. Podemos demostrar que nuestro modelo económico valora y hace rendir más el esfuerzo individual. Todo eso podemos disputar, e incluso podemos ganar. Pero mientras tanto, el macrismo come esas banderas; y hay votantes que agarran las coordenadas macristas y dicen: “esto me representa mejor que el kirchnerismo”. Esa gente debe ser convencida, no odiada. Dentro de los márgenes de lo posible.


Democracia agonista


Nosotres no somos comunistas. No aspiramos a una sociedad sin conflicto y sin lucha. Tampoco nos compramos el verso de las ondas zen macristas de “unir a los argentinos”. Creemos en el conflicto, en el debate político, en la confrontación de ideas y fuerzas sociales en función de construir un país más justo. Creemos que el conflicto social es la única manera de transformar la realidad. Pero, y esto nos diferencia del macrismo, creemos en la paz. El neoliberalismo no tiene problema alguno de llevarse puesta la democracia, de ir a la guerra, de destruir todo lo que tenga a su paso. Nosotres no. Nosotres creemos en la democracia.


Chantal Mouffe, la filósofa preferida de Cristina, propone construir una democracia agonista, donde el conflicto es lo central. Se disputan proyectos políticos con visiones encontradas de la realidad, pero todes les contendientes aceptan las reglas de juego; es decir, aceptan que su adversario merece participar, y que en sus valores hay un compromiso con la libertad y la igualdad. “Están equivocados, no es por ahí, pero están en su derecho de militar su visión de mundo”. Eso sería una democracia agonista, donde peleamos, debatimos, confrontamos, incluso nos juegan las pasiones, los afectos, el amor e incluso el odio. Pero aceptamos la democracia.


El macrismo no acepta las reglas del juego y pretende destruir al kirchnerismo, criminalizarlo, amedrentarlo. Pero, sabemos, a diferencia de otras épocas, la derecha explícita se presenta a elecciones, y junta votos. Se democratizó “hasta ahí”, porque no son democráticos, ni creen en la democracia. No es que sea una derecha democrática, sino más bien una derecha democratizada. No se democratizaron elles, los democratizamos nosotres. Hemos forzado a la derecha a jugar la democracia. Pero al macrismo le falta bastante democratización todavía. No podemos permitirle reprimir, ni avasallar instituciones, ni desaparecer personas. Ponerles límites democráticos, y que aprendan. Eso se hace en la calle, claro, y también ganándoles las elecciones.


Dice Mempo Giardinelli en su última columna: “La Paz es nuestra razón y es nuestra fuerza”, y será el desafío de Unidad Ciudadana garantizar un orden pacífico en nuestro país; porque la Argentina de Macri, sinceramente es un quilombo. Unidad Ciudadana vino a poner límites a la locura de un gobierno mareado de poder, que necesita aflojar. Gritar que Macri basura es la dictadura nos suma menos diez. Macri es Macri: junta votos, ajusta y reprime. Estamos tratando de que deje de hacer las tres cosas, hablando de la libertad


*Publicado originalmente en la compañera Revista Kranear