Monday, May 20, 2013

Te resumimos Laclau en 16 pasos (o por lo menos lo intentamos)


Hace casi tres años que existe este blog, y desde el día uno que tiene como música de fondo la teoría política de Ernesto Laclau, un paladín nacional-popular que navega las aguas del posestructuralismo académico europeo y hasta le gana algún que otro debate a los rockstars de la filosofía contemporánea.

Ya era hora de plasmarlo. Como referencia interna del blog y pa quien le sirva una introducción a "La Razón Populista" (2004), el argumento, creo, va masomenos así:

1) En la sociedad hay demandas. Demandas sociales. De todo tipo, más allá de si son legítimas o no. Existen. Movilizan fuerzas, potencias, cuerpos. Son el sustrato de la política.

2) Un Estado, un gobierno, puede atender o desatender esas demandas, que cambian constantemente, que incluso pueden ser antagónicas entre sí (un sindicato petrolero y un grupo ambiental pueden pensar muy distinto sobre qué hacer con los yacimientos de Vaca Muerta).

3) Para atender una demanda, no basta con solo proclamarse a favor de la misma. Hay que entenderla, estudiarla en sus detalles, y encontrar una forma institucional de responder.

4) Una serie de demandas sin atender institucionalmente por un gobierno--un bloque hegemónico, podríamos decir en los términos de Antonio Gramsci--pueden comenzar a nuclearse entre sí. Laclau va a decir que pueden construir cadenas de equivalencias. O sea, cada demanda es equivalente a la otra, y el tamaño de las cadenas puede ser tan grande como la cantidad de demandas sin atender.

5) Ya dijimos que las demandas pueden ser antagónicas entre sí--a Laclau no le gusta hablar de contradicciones. Entonces, ¿cómo hacen para juntarse, para equivalerse? En concreto, cómo pueden estar el Sindicato de Camioneros y la Sociedad Rural del mismo lado?

6) Si el contenido de esas demandas es potencialmente incompatible, Laclau va a decir que lo que va a generar esas equivalencias van a ser los símbolos de las demandas. Las banderas, las frases, las camisetas, los slogans, las víctimas.


7) En términos lingüísticos, estamos hablando de la diferencia entre significado y significante en la composición de un signo. Una cosa es lo que queremos decir (el significado), y otra es la palabra, el gesto, la imagen que usamos para decirlo(el significante). Las cadenas de equivalencias se construyen en el nivel de los significantes.

8) En estas cadenas de equivalencias, la capacidad de ordenar, de nuclear, de centralizar esa infinidad de demandas, ocurre cuando un significante es capaz de significar a toda la cadena. Es decir, un significante se vuelve hegemónico.

9) Para volverse hegemónico, ese significante debe vaciarse--o más bien, tender hacia vaciarse. Debe desprenderse de su particularidad, debe distanciarse de su significado propio para poder significar a la cadena entera.

http://discoursology.files.wordpress.com/2008/09/laclau_2005_p130.jpg
En este caso, Ts es el zarismo ruso, y la D1 se vuelve un significante vacío.

10) Así, los "significantes vacíos" son la clave de la hegemonía. Y no hay mejor significante vacío que el nombre del líder.

12) La palabra "Perón" en 1973 significaba para cada sector una cosa distinta. Por eso podía manejar la política desde Madrid. Cuando volvió, ese significante empezó a llenarse, y ahí se pudrió todo.

13) El momento de la hegemonía de un significante en una cadena equivalencial es para Laclau el momento político

14) El momento político es el opuesto al momento institucional. En el momento institucional, lo que prima es el contenido de la demanda, su especificidad, su diferencia. En el momento político, lo que prima es la igualdad de esa demanda a cualquier otra; su diferencia se diluye en las cadenas.

15) La aspiración de un significante hegemónico es la totalidad, que es volverse el significante de toda la sociedad, del pueblo. 

16) El populismo es la política misma, sin más. 



Sunday, May 19, 2013

seguimos con esto de las fracciones de clase

https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi_tDoYGCI6NAiEtHRptdtNHj52fJxrT4IJj8HU2TCrRYUw19Ao5qYRnlerEJV1ZKC6c6gvyGTEgxc6W1C7j8FB28BzV2PJEusJoWVbV-zaIuAomLIK-6w-YH1HO7vcwB524MD0VHu9iNPM/s400/d+elia-critica.jpg
Hablábamos acá de la pregunta por la alianza de clases (o fracciones de clase) que sustenta el/al kirchnerismo. Hoy cambiamos un poco el eje y pensamos en las clases dominantes; en particular, en lo que podríamos llamar la "oligarquía" rural. Parece que ya no son tan oligárquicos ni tan rurales, pero ahí están.

En "Los Cuatro Peronismos", libro de interpretación marxista, Alejandro Horowicz dice, en uno de sus momentos más tremendistas, que la historia argentina podría reducirse a la historia de la renta diferencial de la tierra. Va la cita:

"Y allí reposa condensada en una sola frase la tragedia de la historia argentina: los terratenientes son su clase nacional. Son lo suficientemente nacionales para impedir que la sociedad argentina constituya un enclave colonial, pero no son lo suficientemente nacionales para impulsar un país independiente. Por eso es posible sostener, epigramáticamente, que la historia argentina puede reducirse a la historia de la consolidación del dominio terrateniente. Más aún, a la historia de la renta del suelo" (1985, p.16)

 Quizás puédase. Lo que es cierto es que la década menemista vio casi desaparecer a la figura de la oligarquía terrateniente. Apesar de que se diversificaron y sostuvieron algunas palancas del poder político, vender cereales no garpaba en los 90s. O por lo menos no garpaba 500 dólares con un cambio flotante a 5pe (ponele que 3 con retenciones).

Entonces llegó el milagro. Devaluación, boom de la soja, China que explota, Brasil que se expande. Básicamente ahí está el argumento del "viento de cola", que también puede ser expresado en formas más sofisticadas y críticas de mano de Maristella Svampa como el "Consenso de los Commodities". Léase: consenso nuevo que viene a reemplazar al "Consenso de Washington". A la misma hora por el mismo canal.

De 2008 para acá, Mesa de Enlace, leche derramada, tractorazos, huevazos, clima destituyente, votos no positivos, Biolcatti, toda la artilleria gauchócrata. Pero atenti, que escuchar a Etchevehere en los medios y creerse que esa es la verdadera expresión de la oligarquía sojaexportadora es meterse un gol en contra con las manos. Esos son los voceros, los que intervienen en el debate público y operan desde las pantallas y las páginas de los diarios. Los grossos en serio, cuando hablan, dicen otras cosas.

A propósito, dos entrevistas para leer y reflexionar. Imperdibles las dos:

Por un lado, esta crónica de Anfibia que hicieron Gabriela Mochkofsky y Alexandre Roig retratando a Gustavo Grobocopatel.

Por otro, una larga entrevista de la Revista Crisis a Hector Huergo, capo de Clarín Rural y ExpoAgro, que incluso lo bardea a Grobo en una parte.
http://www.revistacrisis.com.ar/el-tecnocrata-mesianico.html

Y como siempre, nuestro sentido homenaje a Luis D'Elía que, como nosotrxs, se caga en la puta oligarquía.

Salú!


 

Friday, May 10, 2013

la lucha de clases no existe, pero que la hay la hay...



Esta semana me clavé los "Estudios sobre los orígenes del peronismo" de Murmis y Portantiero. Para la facu. Conocía el argumento, pero nunca lo había leído de primera mano. La pregunta que surge de ahí para interrogar al tiempo presente es: ¿cuál es la alianza de clase o de fracciones de clase que sustenta el proyecto nac&pop hoy? O reformulando: ¿qué grupos sociales, que sectores de la población son los principales beneficiarios e interlocutores de las políticas del gobierno? Y de vuelta: ¿quién tiene la capacidad de influir qué políticas se llevan a cabo y cuáles no?

Claro, hay que matizar la cuestión contemplando la autonomía relativa de la política y del estado. Mucho de lo que se hace efectivamente sale de la propia cabeza y voluntad política de la jefa. Pero insistamos, si nos creemos enserio la idea de que la sociedad está dividida en clases, y que entre esas clases hay antagonismos, contradicciones, disputas o como mierda queramos llamarlas, la pregunta vale.

Esta semana, en esa tónica, hubo tres acontecimientos políticos de cierto peso para pensar de cara a la pregunta por la alianza de clases:

1) Hugo Boss se lanzó nomás, aunque ya venía bastante lanzado. Partido de la Cultura, la Educación y el Trabajo (CET). Sentados ahí, De Narvaez, Yoma, Lavagna y Aldo Rico. También afirmó en TN que se vería bien aliado con Mauricio Macri. A Facundo le está costando fuerte apoyar las andanzas electoraleras de su viejo, aunque todavía se las está comiendo. ¿Entenderá Hugo que la devaluación que harían sus "aliados" de ganar las elecciones sería devastadora para su base militante y sindical?

2) El Dream Team económico del gobierno lanzó instrumentos para el blanqueo de dólares en negro. Polémico, difícil de defender, pero suponemos desde acá necesario frente a un blue con 100% de brecha con el oficial, un mercado inmobiliario retraído y las reservas que vienen descendiendo sin freno desde hace un año. Difícil que tenga impacto sobre el blue, pero puede tener un éxito moderado a alto en los otros dos frentes. Está por verse.

3) Previo al anuncio del blanqueo, el jefe saliente de la UIA, José Ignacio De Mendiguren había declarado al portal Infobae que "la política de los parches se acabó" y que es hora de "reformular el modelo". Al rato matizó y defendió el blanqueo. Pero hay que estar atentxs.

En artepolítica, que leo casi religiosamente, definieron la foto actual como "empate de fuerzas". En votos todavía ganamos, en fuerza de movilización quizás también, pero en términos de potencia social no nos apresuremos en desestimar. Hay cacerolas, hay capacidad de presión devaluatoria (blue, amenazas de no liquidar soja, etc.), hay mucho en manos de la Corte Suprema (ley de medios + reforma judicial), está el tandem Lanata/Magnetto comandando la agenda mediática; está la ausencia de Nestor y de Chavez, la crisis mundial que se siente y duro, y encima de todo lo tenemos a Bergoglio en el Vaticano, que nunca le falta un ratito para acordarse de su querida patria en el fin del mundo.

La opo está deshilachada, por suerte. Igual, ojo con Lavagna que tiene potencial caprilista. Ese tipo es capaz de nuclear a los radicales (fue su candidato en 2007), el resto de los peronistas (acá), e incluso aliarse con el macrismo. También tiene ese aura de los "años dorados" del kirchnerismo, es decir, antes de la 125, es decir, antes de que el kirchnerismo fuera el kirchnerismo, antes de Cristina. Esto le permitiría atraer votos de lo más rancio del antikirchnerismo, y quizás rascarle algunos puntos al FPV. El slogan, sabemos, es "cambiar lo malo, mantener lo bueno". Un argumento similar podría hacerse sobre Scioli, si algún día decide romper.

Frente a tanta rancitud en el aire, la apuesta no puede ser intentar "aguantar las papas", sino hacer lo que el kirchnerismo siempre hizo mejor, redoblar y profundizar. Eso también significará sumar voluntades, ampliar la base social de apoyos activos, militantes, consignas, demandas. JPFeinmann siempre lo dice cuando explica Nietzche: la voluntad de poder tiene que expandirse. Si se queda quieta, se muere.