Wednesday, October 17, 2012

un día peronista

mis amigxs de óvnibus me publican esta nota hoy, diecisietedeoctubre, gran día para nuestro movimiento, para la patria, y pa'todo el universo.

porque el diecisiete es un día, como escribe hoy el canca, de toda la patria argentina. pero no es un día del consenso, ni del "diálogo", ni del sano equilibrio. el 17 es la irrupción de la política, de la masa revolucionaria, y de un pueblo que se dio un líder. así que métanse su republicanismo dialoguista en donde les quepa.

por el general, por evita capitana, por lxs 30.000, por néstor kirchner
cristina o nada compañerxs
viva la patria



“¿Qué es el consenso si no la presuposición de inclusión de todas las partes y sus problemas, que prohibe la subjetivación política de una parte de los sin parte, de una cuenta de los incontados?…La comunidad política es una comunidad de interrupciones, de fracturas, puntuales y locales, por las cuales la lógica igualitaria separa a la comunidad policial de sí misma”
Jacques Rancière -  El Desacuerdo
Es moneda de cambio la afirmación de que vivimos en tiempos de división social, de blancos y negros, de crispación. Problemas de clase media. En una cena familiar, en una reunión de amistades, incluso en ridículos intercambios en facebook o twitter, suele suceder que alguien es identificado como “kirchnerista”—o simplemente con la letra “K”—, luego aparecen los “gorilas”, y se arma el tole-tole. Tomando una birra o un café, un amigo cuenta que se dejó de hablar con otro amigo por diferencias políticas. Le duele, nos cuenta, pero qué se le va a hacer: así están las cosas en este país sin matices.
Digo yo: ¿cuál es el problema con el conflicto? ¿No era que la historia de la humanidad era la historia de la lucha de clases? Claro, mientras que los dominantes dominen sigilosamente y los dominados acepten calladitos, está todo piola. Te hago una crítica literaria de Borges que te destruye y deconstruye la bestialidad capitalista, pero por favor no me anden haciendo un piquete en la calle que llego tarde a la facu.
Tan fascinados estábamos leyendo al subcomandante Marcos, con la remerita del Che, flashiándola con la lucha armada en los 70′s. Ahora, si un gobierno —cualquiera— se enfrenta a una corporación economíca y mediática de la hostia, de repente estamos todos crispados, no hay capacidad de hacer autocrítica ni de pensar en matices. Dice bien Eduardo Aliverti: era fácil ser progre en los 90′s.
Qué es la realidad y cómo se construye está en boga en nuestro país. Y para mí eso es un golazo. Que una ciudadanía tenga herramientas para desconfiar del diario que lee, para analizar críticamente una noticia o una opinión periodística, que tenga información para cuestionar a un gobierno, para demandarle lo que crea que corresponde demandar, y que pueda hacerlo en democracia, no es moco de pavo.
Ahora bien, déjenme decir algo antes que me malinterpreten. Yo creo que cualquiera que piense que vivimos en la pseudodictadura que te muestran en la tapa de Clarín es un estúpido, e igual de imbécil quien suponga que la Argentina es el país de la alegría para todos y todas de 678. Igual ojo, que no son lo mismo. Una cosa es un grupo económico que miente, roba, incumple la ley, y encima se pretende la voz legítima de “la gente”, y otra muy distinta un gobierno democráticamente electo por amplia mayoría que utiliza la televisión pública para intentar desmenuzar lo que éste considera que son las mentiras que se dicen y/o se muestran para desacreditarlo. Tiene que ver con eso que los gringos llaman “accountability”—o sea, a quién responde un poder por sus actos—. Un gobierno responde a sus votantes y al pueblo. Cada tanto, si el pueblo está desconforme, patada en el orto. Y una corporación, ¿a quién responde?
Es muy fácil quedarse con que existen “dos bandos”, dos posiciones “extremas”, y criticarlas por su falta de autocrítica y matices. La verdad, si es que existe, no se encuentra en el punto medio entre Lanata y 678[1]. No nos morfemos el cuento ese de que la posta está en encontrar los grises. O peor, el verso de que lo que este país necesita es menos confrontación y más diálogo. El consenso, como dice Jacques Rancière —que anda de visita por estos pagos— es el fín de la política.
Afirmar que la política es conflicto, sin embargo, no es lo mismo que quedarse en que hay que elegir entre 678 y Clarín, y listo. Tomemos como ejemplo dos hechos trágicos recientes: La muerte de Miguel Galván en Santiago del Estero—lean esto y esto—y la desaparición y reaparición de Alfonso Severo —lean esto. ¿Cómo se reduce eso a la antinomia kirchnerismo/antikirchnerismo?
El primero es un asesinado por el modelo sojero, sin duda, pero también por bandas parapoliciales que trabajan para la oligarquía terrateniente que forma parte de la alianza de gobierno en la provincia. La Cámpora sale a denunciarlo, en conjunto con espacios de izquierda. Algunos diputados del Frente Para la Victoria plantean la necesidad de leyes que regulen cuestiones vinculadas a la tierra para evitar estos problemas. El modelo sojero sigue intacto y el gobernador se mantiene altamente popular en su provincia. Ahí están los límites del kirchnerismo.
Lo de Alfonso Severo en particular, y el asesinato de Mariano Ferreyra en general, es irreductible a cualquier dualismo político. Plantea un nudo conflictivo en nuestra Argentina que aún no ha sido resuelto. En él se cruzan la criminalización o no criminalización de la protesta social, la reivindicación de la militancia, el rol de la justicia, la figura del “desaparecido”, el sindicalismo criminal, el troskismo como forma de interpelación política, la tercerización laboral, la situación del transporte. La posibilidad de que Pedraza y su gente vayan presos sería un golpe durísimo a lo más rancio del sindicalismo empresario. Es un deber de este proyecto político también.
¿A qué voy con esto? Si queremos subvertir los presupuestos de la dicotomía K/antiK, hagámoslo en serio. Tenemos una sociedad injusta, profundamente dividida, no por nuestras opiniones, sino por la desigualdad de condiciones y oportunidades. Eso no se resuelve con que un kirchnerista reconozca la inflación o que un antikirchnerista apoye la estatización de YPF. Más bien, seamos insolentes. Profundicemos los conflictos, sentemos posiciones, tomémosnos en serio nuestras luchas y nuestras convicciones. No tengamos miedo de asumir una identidad política, sea cual sea, si nos permite intervenir en la realidad de maneras concretas. Y mientras hacemos todo esto, defendamos la democracia, que hay varias cacerolas de teflón pidiendo una solución poco “consensuada” a nuestros conflictos conteporáneos.
Iñaki Casartelli

[1] En mi opinión, si hubiera que encontrar un punto medio, lo buscaría en algún lugar entre la Agencia Paco Urondo y la Revista Crisis. Igual no me gustan los puntos medios.

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