Saturday, May 14, 2011

Bin-Laden, el Progresismo Yanqui y el Pensamiento Único



El asesinato de Osama Bin-Laden, la noche del 1 de Mayo pasado, conmocionó a la prensa mundial. En Buenos Aires, fue tapa de todos los diarios por varios días—y sigue siéndolo, a medida que surgen nuevas informaciones, desinformaciones, especulaciones, etc. Y no es para menos, podría decirse. A fin de cuentas, a este tipo lo vienen “buscando” hace como 10 años, fue supuestamente el autor intelectual de la caída de las Torres Gemelas y excusa perfecta para que el imperio norteamericano le declarase la guerra a dos países diferentes—Afganistán e Irak—e impusiera una nueva doctrina de seguridad contra-terrorista que, contando con un gran apoyo público en los Estados Unidos, hace apología de la tortura, las detenciones extrajudiciales, y el militarismo más extremo.

Bin-Laden fue. Y lo liquidó Obama, no Bush. El Obama del Premio Nobel de la Paz, del “Yes We Can”, el mismísimo heredero político de Martin Luther King Jr., que terminó siendo más turro que el cowboy tejano[1]. Así de patas arriba, como diría Galeano, es el mundo a veces. Porque para grandes sectores de las sociedades civiles en América Latina, el asesinato de Laden no es cosa para celebrarse, pero los gringos andan de fiesta. En cada ciudad, en cada pueblito de esos de película de terror yanki con la ruta, el autocine y el motel, las manifestaciones espontáneas de celebración no se hicieron faltar. El pueblo norteamericano salió a la calle y festejó coreando el himno, tomando cerveza, tirando fuegos artificiales, ondeando sus banderas y agitando su patrioterismo.

El pueblo estaba en la calle celebrando un asesinato porque, como había dicho el presidente, “justice has been made”. Y que no me vengan con que la muerte de Hitler fue motivo de celebración, porque cuando cayó el Fuhrer se acabó la guerra—o por lo menos una guerra, y esta guerra santa no tiene fin. De la misma manera, la cruzada yanqui contra el “terrorismo internacional” continuará. Ya al día siguiente los concentrados massmediáticos de Murdoch y compañía empezaron a agitar con el fantasma de la “venganza” de Al-Qaida por la muerte de su líder.

Haciendo zapping de la Fox a la CNN, leyendo del New York Times al Miami Herald, se escuchaba una sola voz: la de la victoria, la de un triunfo catártico de haber aniquilado al mismísimo Satanás. Se sabe, en esos medios hegemónicos no se puede confiar. Representan el pensamiento único del poder imperial. Entonces este cronista buscó por otros recovecos, intentando encontrar alguna voz de sentido común dentro la sociedad norteamericana, alguien que viera—como ve uno—lo problemático y morboso de festejar tanto por el aniquilamiento de un perejil, por quien fueron a dos guerras que dejaron millones de árabes sinnombre muertos en la zanja.

Y allí fuí en busca de Jon Stewart y Rachel Maddow. Se me ocurrió que ellxs verían lo que yo. A fin de cuentas, son las dos referencias mediáticas más reconocidas del pensamiento “progresista” (léase demócrata de izquierda) estadounidense. Él, comediante judío de Nueva York lleva adelante un programa de noticias satirizado que lleva más de 10 años al aire, “The Daily Show”, que sale por el canal de cable Comedy Central. Ella, periodista jóven, militante LGBT, conduce un show con su nombre, “The Rachel Maddow Show”, que por la cadena MSNBC (léase el Fox de lxs Demócratas) le viene pegando a los dos partidos día tras día por haberse vendido a las corporaciones. Me imaginé... ellxs sí van a ser críticos.

Pero no, el 3 de Mayo ella lo visita a él en su programa, y es una fiesta2. Festajan, se alegran, se regocijan con que “Osama jamás volverá a estar”, con que han logrado su objetivo luego de diez años. Se excusan de su sentimentalismo, de su exceso de emoción, y apelan a ser buenxs periodistas e informar como mejor pueden en un momento de unidad para el pueblo norteamericano. Qué decepción. Maddow y Stewart fueron periodistas que alcanzaron su fama en la era Bush, denunciando las torturas, las guerras, las mentiras. Fueron bastiones de la denuncia de la corrupción, la perversión, el desdén por las normas internacionales. Y eso vendía como pan caliente, tanto dentro como afuera del país. Hoy, ya no se animan a hablar de estas cosas; o quizás no les interesan. Porque lo agarraron a Bin-Laden, y ahora el pueblo puede dormir en paz.



Las voces disidentes, las que no festejan, las que cuestionan son marginales. Nadie les da bola, porque andan muy ocupadxs entre festejando que liquidaron al barbudo y preocupándose por la revancha de los terroristas. Ahí están, las voces de siempre. La de Noam Chomsky, la de Amy Goodman, la de Michael Moore[2]. Nombres que son más conocidos al sur del Río Grande que al norte. Ellxs se lo pierden.

Por lo pronto, a pesar de que “se hizo justicia”, Obama ha afirmado que esto no significaría modificaciones en la política anti-terrorista norteamericana, y que las operaciones militares en Irak, Afganistán, Pakistán, Libia y quién sabe donde más continuarán su rumbo. Nada nuevo bajo el sol.




[1] Sólo por citar algunas cuestiones conocidas: bajo el mandato de Obama, el presupuesto militar ha aumentado, la OTAN ha invadido Libia, y el número de deportaciones de inmigrantes se ha triplicado desde la era Bush. Lo único rescatable es un tibio intento de reformar el sistema de salud que le costó todo su capital político y consiguió menos del 10% de los cambios que aspiraba lograr.

[2] Artículo de Chomsky sobre Bin Laden: http://www.advivo.com.br/blog/cariry/mi-reaccion-ante-la-muerte-de-osama-bin-laden-chomsky

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