Tuesday, January 4, 2011

dos miradas



¿Existe el arte sin artista? ¿Qué pasa cuando por simple azar una serie de elementos se configuran de manera en que a los ojos de un(x) espectador(x) aparece un hecho artístico? ¿Se puede hablar entonces de arte accidental?

Caminaba una noche porteña con dos amigas por Hipólito Yrigoyen cuando de repente nos llamaron la atención dos afiches superpuestos en la pared de una obra en construcción. Atrás, la promoción de un recital de Lisandro Aristimuño, cantautor sureño, y superpuesta, por encima, el anuncio del lanzamiento de la candidatura presidencial de Pino Solanas. El contraste entre estas dos “miradas de horizonte”--como las llama un amigo--nos sorprendió. Tan diferente una mirada de la otra. La de Lisandro mira con anhelo, con un dejo de melancolía, siguiendo quizás el murmullo de las hojas en el viento. La de Pino, en cambio, mira con ambición y decisión hacia adelante--suponemos--, con fuerte convicción y decisión de poseer una verdad y un destino. Una mirada sugiere, la otra empuja.

Qué casualidad, como miran en direcciones opuestas, como evocan sensaciones encontradas, como de alguna manera las miradas dialogan.

Estos dos afiches tienen orígenes e intenciones diferentes. Supongamos que el artísta y el político fueron ambos retratados en sesiones de fotos, donde un grupo de profesionales seleccionó la imagen más adecuada, que luego pasó a manos de un(x) diseñador(x) gráficx, que luego fue aprobado por cierta autoridad, que luego fue impresa en alguna gráfica conurbana, que luego llegó a las manos de algún trabajador nocturno, que en el apuro de cumplir con el horario y llegar a tiempo a casa, la pegó en una pared sin pensar mucho cómo quedaba. Quién pegó el afiche de Pino por sobre el de Lisandro, ¿habrá visto acto seguido la superposición de miradas? ¿se habrá sorprendido como nosotrxs?

Entonces podríamos preguntarnos si el arte surge de la intencionalidad de el/la artista, del habitus de la comunidad artística, del contexto en que se presenta (en una galería o en una calle)... o quizás el hecho artístico se encuentra en la mirada de el/la espectador(x). Si es así, y el espectáculo es el eje de la obra de arte, entonces podemos aceptar un arte sin artista, sin autor. Celebremos entonces el arte que nuestros ojos dibujan al mirar, al que encontramos por pura suerte en una calle nocturna, o ese que encontramos en alguna nube de atardecer en la que nos parece ver un conejo o una milanesa a la napolitana, a pesar de que intentemos mostrársela a nuestra compañía, y ellxs en cambio vean un león o la cara de Mirtha Legrand.